revista cepa Numero 10
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EDITORIAL: IMPERIALISMO Y BASES MILITARES.

Cuando se despliega una ofensiva imperialista por el control de nuestros territorios y recursos naturales, el problema más importante para Colombia y América Latina es la defensa de la soberanía nacional y el ejercicio de la autodeterminación y la rebelión de los pueblos. Por eso, el presente número de esta revista se dedica a la comprensión del tema del imperialismo, colocándolo en el centro del debate en la perspectiva de alentar desde estas páginas el más aguerrido combate contra la dominación imperialista y a mantener en alto las banderas de lucha por la emancipación y la revolución social.
Es pertinente reconocer la falsedad de la tan anunciada independencia, ahora que se celebra su bicentenario, porque ha tenido un limitado alcance histórico, pues desde mediados del siglo XIX en Colombia se allanó el camino para convertir a este país en una presa facil del imperialismo estadounidense, como puede apreciarse hoy en tres aspectos centrales:
Primero. La mundialización del capital, en su actual fase de lucha “contra el terrorismo”, niega manu militari el ejercicio del derecho de la rebelión y se contrapone a la lucha que en el plano internacional y nacional cohesiona la acción revolucionaria de los pueblos. Esta se ha manifestado en Colombia, desde comienzos de 2002, cuando los grupos insurgentes empezaron a ser catalogados como organizaciones terroristas, con lo cual se pretenden negar las raíces históricas del conflicto armado que se vive en este país desde hace más de medio siglo.
Segundo. Colombia en este escenario se sumerge en la (in)seguridad (anti)democrática, que lleva a imponer siete bases militares de Estados Unidos en esta esquina de Sudamérica para garantizar las inversiones de las multinacionales y la aplicación de tratados de libre comercio, que aumentan la miseria de la clase trabajadora y del pueblo colombiano. Encontramos aquí una interconexión profunda entre la postura de la oligarquía colombiana y el dominio imperialista en América Latina, puesto que nuestro territorio desempeña el denigrante papel de ser el portaaviones terrestre de los Estados Unidos para controlar y agredir a otros países de la región andina y el Caribe.
Tercero. La perspectiva política en el inmediato futuro se caracteriza por una correlación de fuerzas adversa a los intereses populares de la revolución socialista en Colombia. Esta tendencia negativa se agudiza por la vacilante posición del Polo Democrático Alternativo y su incapacidad para deslindarse de la socialdemocracia, o, lo que es peor, por su conversión en una especie de socialidemocracia uribista, tal y como lo evidencia su candidato presidencial Gustavo Petro, cuyos tibios planteamientos con relación a los grandes problemas del país y del Continente, le impiden adoptar una postura definida y opuesta a la del uribismo y enfrentar con dignidad asuntos tan cruciales como los de la reforma agraria, la guerra interna, la pobreza, la sumición de la oligarquía criolla ante los Estados Unidos y la relación de la izquierda nacional con los movimientos populares de América Latina.
La genuflexión de la dirección actual del Polo Democrático es más evidente en el contexto de uno de los gobiernos más corruptos de la historia del país, como se comprueba con los reiterados escándalos del actual régimen, su descalifi cación e intromisión en las otras ramas del poder, su manipulación de la información por el monopolio de los grandes medios y la entronización de la parapolítica.
En este marco de profunda postración, vale preguntarse ¿y ahora qué estrategia? Consideramos que es necesario impulsar un serio trabajo ideológico, de formación política, de ética libertaria comunista y emplear el marxismo como un método de análisis histórico, ya que éste no es un recetario escolástico sino una guía para la acción revolucionaria.
Esto debe apuntar a recuperar una acción política socialista que, desde acá, coadyuve en la lucha mundial que apunta a superar la barbarie capitalista y la dominación del Estado burgués. Creemos que es necesario romper el idilio con esa izquierda que se convirtió en parte del sistema y propugnar por la reconstrucción de la dirección política de la revolución colombiana, reuniendo los sectores más representativos del trabajo político y orgánico de la izquierda y del movimiento democrático en el ámbito nacional y en las regiones de Colombia.
Esto con la fi nalidad de estudiar las formas de relación entre la llamada “izquierda política” y la “izquierda social”, presentar y analizar las propuestas de unidad en una perspectiva de poder popular, identifi car la forma de superar los obstáculos a la unidad y de abrir camino a un gran movimiento revolucionario en Colombia, esto sin dejar de considerar las condiciones adversas y las garantías necesarias para el ejercicio de la política en la actual coyuntura.
Para tal propósito, todos los sectores y tendencias deberíamos hacernos partícipes en esta iniciativa táctica para exponer nuestros puntos de vista con la fi nalidad de cualifi car y ampliar el proceso de articulación. Se requiere realizar actividades de discusión para conocer, presentar y sustentar la perspectiva de los distintos sectores interesados y comprometidos con el proceso de la unidad de la izquierda revolucionaria.
En efecto, proponemos algunos ejes temáticos de deliberación:
1) la caracterización del régimen político y de las alternativas para confrontarlo,
2) el mapa de fuerzas y difi cultades del proyecto de unidad de la izquierda, así como sus posibilidades de superación, y la recuperación del acumulado histórico de la lucha de clases en Colombia,
3) los lineamientos organizativos, bases ideológicas y programa de acción como resultado de la extracción y sistematización de argumentos que sustentan los lineamientos de acción táctica y estratégica y
4) la pertinencia de las formas de lucha de masas más adecuadas en el actual momento del país entre las cuales la participación electoral es una cuestión táctica que no puede considerarse como el único y principal instrumento de acción política, visión que parece predominar en el seno del Polo Democrático Alternativo.
De manera inmediata, formulamos ciertas preguntas referidas a la situación política nacional: ¿tiene algún sentido participar en unas elecciones que sólo buscan la legitimación de un régimen criminal, arrodillado ante los Estados Unidos y antipopular como el que hoy se ha entronizado en Colombia? ¿podemos suponer que ante los marcados niveles de corrupción y paramilitarización de las instituciones estatales, la táctica electoral es un camino idóneo de acción revolucionaria? ¿Acaso puede pensarse que desde instituciones tan degradadas, como el Congreso, puede educarse políticamente a los sectores populares? No sobra recordar que para el proyecto revolucionario es preciso reconocer el precario, por no decir nulo, alcance de la participación en elecciones, las cuales son un medio pero no pueden colocarse como un fi n en sí mismas. Para la concreción de tal proyecto es imprescindible la educación y la formación política, en concordancia con las luchas concretas y sus necesidades organizativas que libran hoy diversos sectores populares en campos y ciudades del país.
Esto requiere el esfuerzo político de pensar y actuar local, regional, nacional e internacionalmente, e interlocutar con las luchas de los pueblos hermanos de nuestra América, cuyas experiencias organizativas como movimientos sociales y políticos representan una cantera de posibilidades y proyecciones anticapitalistas, hoy indispensables para potenciar un proyecto revolucionario en ciernes contra el imperialismo y sus lógicas de guerras, saqueo y expoliación.
Y, por supuesto, hay que impulsar la realización de todo tipo de acciones tendientes a defender la soberanía colombiana, que exija la eliminación de los “acuerdos” militares con los Estados Unidos y la eliminación de las bases militares en nuestro territorio e impulse el juicio de los vendepatrias, que se valen de un falso nacionalismo contra los países vecinos, Venezuela y Ecuador, para encubrir tanto la entrega incondicional de nuestras riquezas a las multinacionales de Estados Unidos y de la Unión Europea como para sabotear los procesos de unidad latinoamericana en marcha.
Es pertinente reconocer la falsedad de la tan anunciada independencia, ahora que se celebra su bicentenario, porque ha tenido un limitado alcance histórico, pues desde mediados del siglo XIX en Colombia se allanó el camino para convertir a este país en una presa facil del imperialismo estadounidense, como puede apreciarse hoy en tres aspectos centrales:
Primero. La mundialización del capital, en su actual fase de lucha “contra el terrorismo”, niega manu militari el ejercicio del derecho de la rebelión y se contrapone a la lucha que en el plano internacional y nacional cohesiona la acción revolucionaria de los pueblos. Esta se ha manifestado en Colombia, desde comienzos de 2002, cuando los grupos insurgentes empezaron a ser catalogados como organizaciones terroristas, con lo cual se pretenden negar las raíces históricas del conflicto armado que se vive en este país desde hace más de medio siglo.
Segundo. Colombia en este escenario se sumerge en la (in)seguridad (anti)democrática, que lleva a imponer siete bases militares de Estados Unidos en esta esquina de Sudamérica para garantizar las inversiones de las multinacionales y la aplicación de tratados de libre comercio, que aumentan la miseria de la clase trabajadora y del pueblo colombiano. Encontramos aquí una interconexión profunda entre la postura de la oligarquía colombiana y el dominio imperialista en América Latina, puesto que nuestro territorio desempeña el denigrante papel de ser el portaaviones terrestre de los Estados Unidos para controlar y agredir a otros países de la región andina y el Caribe.
Tercero. La perspectiva política en el inmediato futuro se caracteriza por una correlación de fuerzas adversa a los intereses populares de la revolución socialista en Colombia. Esta tendencia negativa se agudiza por la vacilante posición del Polo Democrático Alternativo y su incapacidad para deslindarse de la socialdemocracia, o, lo que es peor, por su conversión en una especie de socialidemocracia uribista, tal y como lo evidencia su candidato presidencial Gustavo Petro, cuyos tibios planteamientos con relación a los grandes problemas del país y del Continente, le impiden adoptar una postura definida y opuesta a la del uribismo y enfrentar con dignidad asuntos tan cruciales como los de la reforma agraria, la guerra interna, la pobreza, la sumición de la oligarquía criolla ante los Estados Unidos y la relación de la izquierda nacional con los movimientos populares de América Latina.
La genuflexión de la dirección actual del Polo Democrático es más evidente en el contexto de uno de los gobiernos más corruptos de la historia del país, como se comprueba con los reiterados escándalos del actual régimen, su descalifi cación e intromisión en las otras ramas del poder, su manipulación de la información por el monopolio de los grandes medios y la entronización de la parapolítica.
En este marco de profunda postración, vale preguntarse ¿y ahora qué estrategia? Consideramos que es necesario impulsar un serio trabajo ideológico, de formación política, de ética libertaria comunista y emplear el marxismo como un método de análisis histórico, ya que éste no es un recetario escolástico sino una guía para la acción revolucionaria.
Esto debe apuntar a recuperar una acción política socialista que, desde acá, coadyuve en la lucha mundial que apunta a superar la barbarie capitalista y la dominación del Estado burgués. Creemos que es necesario romper el idilio con esa izquierda que se convirtió en parte del sistema y propugnar por la reconstrucción de la dirección política de la revolución colombiana, reuniendo los sectores más representativos del trabajo político y orgánico de la izquierda y del movimiento democrático en el ámbito nacional y en las regiones de Colombia.
Esto con la fi nalidad de estudiar las formas de relación entre la llamada “izquierda política” y la “izquierda social”, presentar y analizar las propuestas de unidad en una perspectiva de poder popular, identifi car la forma de superar los obstáculos a la unidad y de abrir camino a un gran movimiento revolucionario en Colombia, esto sin dejar de considerar las condiciones adversas y las garantías necesarias para el ejercicio de la política en la actual coyuntura.
Para tal propósito, todos los sectores y tendencias deberíamos hacernos partícipes en esta iniciativa táctica para exponer nuestros puntos de vista con la fi nalidad de cualifi car y ampliar el proceso de articulación. Se requiere realizar actividades de discusión para conocer, presentar y sustentar la perspectiva de los distintos sectores interesados y comprometidos con el proceso de la unidad de la izquierda revolucionaria.
En efecto, proponemos algunos ejes temáticos de deliberación:
1) la caracterización del régimen político y de las alternativas para confrontarlo,
2) el mapa de fuerzas y difi cultades del proyecto de unidad de la izquierda, así como sus posibilidades de superación, y la recuperación del acumulado histórico de la lucha de clases en Colombia,
3) los lineamientos organizativos, bases ideológicas y programa de acción como resultado de la extracción y sistematización de argumentos que sustentan los lineamientos de acción táctica y estratégica y
4) la pertinencia de las formas de lucha de masas más adecuadas en el actual momento del país entre las cuales la participación electoral es una cuestión táctica que no puede considerarse como el único y principal instrumento de acción política, visión que parece predominar en el seno del Polo Democrático Alternativo.
De manera inmediata, formulamos ciertas preguntas referidas a la situación política nacional: ¿tiene algún sentido participar en unas elecciones que sólo buscan la legitimación de un régimen criminal, arrodillado ante los Estados Unidos y antipopular como el que hoy se ha entronizado en Colombia? ¿podemos suponer que ante los marcados niveles de corrupción y paramilitarización de las instituciones estatales, la táctica electoral es un camino idóneo de acción revolucionaria? ¿Acaso puede pensarse que desde instituciones tan degradadas, como el Congreso, puede educarse políticamente a los sectores populares? No sobra recordar que para el proyecto revolucionario es preciso reconocer el precario, por no decir nulo, alcance de la participación en elecciones, las cuales son un medio pero no pueden colocarse como un fi n en sí mismas. Para la concreción de tal proyecto es imprescindible la educación y la formación política, en concordancia con las luchas concretas y sus necesidades organizativas que libran hoy diversos sectores populares en campos y ciudades del país.
Esto requiere el esfuerzo político de pensar y actuar local, regional, nacional e internacionalmente, e interlocutar con las luchas de los pueblos hermanos de nuestra América, cuyas experiencias organizativas como movimientos sociales y políticos representan una cantera de posibilidades y proyecciones anticapitalistas, hoy indispensables para potenciar un proyecto revolucionario en ciernes contra el imperialismo y sus lógicas de guerras, saqueo y expoliación.
Y, por supuesto, hay que impulsar la realización de todo tipo de acciones tendientes a defender la soberanía colombiana, que exija la eliminación de los “acuerdos” militares con los Estados Unidos y la eliminación de las bases militares en nuestro territorio e impulse el juicio de los vendepatrias, que se valen de un falso nacionalismo contra los países vecinos, Venezuela y Ecuador, para encubrir tanto la entrega incondicional de nuestras riquezas a las multinacionales de Estados Unidos y de la Unión Europea como para sabotear los procesos de unidad latinoamericana en marcha.