REVISTA CEPA Numero 09
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EDITORIAL: LUCHAS Y MOVIMIENTOS POPULARES.

RETOS Y DESAFÍOS DE LOS MOVIMIENTOS POPULARES FRENTE LA CRISIS DE LA SOCIEDAD CAPITALISTA.
Desde Su Nacimiento Una de las preocupaciones centrales del Centro Estratégico de Pensamiento Alternativo CEPA, ha Sido Generar debates y proponer Análisis de la Realidad Que contribuyan a las Luchas POPULARES Por La conquista de Una Nueva Sociedad. En this tarea HEMOS insistido en la Urgencia de Recuperar La Crítica anticapitalista, la Construcción Teórica al Servicio de las Luchas Sociales, desmantelar los mitos Que Conducen a la abdicación en la Lucha por el Socialismo y Que Ocultan las Profundas Contradicciones de la Sociedad CAPITALISTA.
Para insistir en this Propósito, HEMOS querido Dedicar El Presente numero de la revista al Análisis de las Distintas Dimensiones de la crisis, this Entendiendo Que es de vital importancia Reflexión importancia párrafo la Construcción de Propuestas Revolucionarias Que atiendan los Problemas Urgentes y ESTRUCTURALES del País y la Humanidad. Ante las explicaciones Múltiples venidas de la Industria mediática, de los Organismos Económicos Internacionales y de las academias de Oficiales es, imposible eludir la tarea de Construir Una Lectura Propia de los Impactos y Profundidad de la crisis Por La Que atraviesa el Capitalismo global. Para las Organizaciones Populares, Fuerzas Políticas de Izquierda y Sectores Académicos Comprometidos con las Luchas anticapitalistas sí ratifica la Invitacion a Seguir abriendo Espacios para revelar la inviabilidad Histórica del Modelo civilizatorio Que propone el Capitalismo global. Frente al imperio de la Violencia y de las visiones apologéticas del Capitalismo, es Imprescindible el Análisis histórico y la Crítica anticapitalista párrafo reforzar los Proyectos Políticos libertarios de los Nuevos Tiempos.
Ante las múltiples explicaciones venidas de la industria mediática, de los organismos económicos internacionales y de las academias oficiales es, imposible eludir la tarea de construir una lectura propia de los impactos y profundidad de la crisis por la que atraviesa el capitalismo global. Para las organizaciones populares, fuerzas políticas de izquierda y sectores académicos comprometidos con las luchas anticapitalistas se ratifica la invitación a seguir abriendo espacios para revelar la inviabilidad histórica del modelo civilizatorio que propone el capitalismo global. Frente al imperio de la violencia y de las visiones apologéticas del capitalismo, es imprescindible el análisis histórico y la crítica anticapitalista para reforzar los proyectos políticos libertarios de los nuevos tiempos.
Esta es una tarea de crucial importancia, considerando los efectos simbólicos generados durante más de dos décadas de guerra ideológica promovida por el neoliberalismo, tomando en consideración que asistimos a una crisis compleja que exacerba las contradicciones históricas del capitalismo a nivel económico, social, cultural y ambiental, y frente a la necesidad de construir una propuesta revolucionaria que contribuya a la superación integral de la injusticia, la desigualdad y la predación ecológica que entroniza el modelo dominante.
En primer lugar, la crisis que desde hace más de un año agobia al capitalismo en todo el mundo demuestra cuán equivocados se encontraban quienes enarbolaban las banderas del fin de la historia, de la muerte de las utopías y la obsolencia de la crítica al capitalismo. La fuerza de los hechos revela el fracaso de la tecnocracia neoliberal y de sus aliados políticos en su esfuerzo por eclipsar indefinidamente las contradicciones sociales, políticas, económicas, ambientales y culturales generadas por el auge del capitalismo global. El rotundo fracaso de las premisas de la ortodoxia neoliberal ha reducido a los personeros del capital a meros propagandistas de la economía de mercado y desnuda el dogmatismo que encarnaron prestantes sectores académicos al servicio de las clases dominantes que hoy figuran en la escena pública con la triste condición de neoliberales vergonzantes.
Para los sectores comprometidos con la búsqueda de un nuevo modelo de sociedad, la crisis puede ser interpretada como una posibilidad de volver al análisis histórico, a la formación política y a un proceso de recuperación ideológica. Estas tareas son una posibilidad para generar nuevas opciones de acción política tras la intensiva guerra ideológica orientada a provocar la derrota de las clases trabajadoras y la claudicación de algunos sectores de la izquierda que en la actualidad contemporizan con el neoliberalismo, que optaron por un capitalismo con “un rostro humano” y renunciaron a construir proyectos de transformación radical de la sociedad.
El capitalismo global está en crisis pero no caerá por un acto de sensatez y arrepentimiento de los ricos del mundo. Por el contrario, su derrota como proyecto de sociedad depende de la capacidad de los movimientos populares para reagrupar fuerzas e idear estrategias de organización y acción política que confronten la hegemonía ideológica construida en las últimas décadas e insistan en las luchas por el poder político que se gestan desde el movimiento popular.
Durante los últimos veinticinco años, los medios de comunicación al servicio de las corporaciones internacionales y de los grupos económicos, así como las academias militantes del régimen, aunaron esfuerzos para difundir por todos los medios la imagen de un capitalismo victorioso en la “verdades” de la ortodoxia neoliberal. En este tiempo, las potencias imperialistas insistieron en consolidar su capacidad de conducción de la economía mundial y para ello construyeron un andamiaje ideológico para legitimar la sobreexplotación de los trabajadores; la extracción-mercantilización de los recursos naturales; la privatización de sectores estratégicos de la economía; la fuga de capitales; así como el creciente protagonismo de las mafias en el control del Estado. Las pretendidas bondades de un mundo globalizado, sirvieron de telón de fondo para la puesta en marcha de políticas económicas y sociales que conducen en la actualidad a una crisis sin precedentes en el capitalismo.
Pese a que gran parte de los análisis divulgados por los centros de poder del imperialismo tratan de atenuar los alcances y prometen salidas prontas a la crisis, es importante precisar que lejos de encontrarnos frente a un problema
de carácter estrictamente financiero, los tiempos de crisis muestran la detonación de contradicciones estructurales del capitalismo en el ámbito económico, ecológico, alimentario, social, político y cultural. Como consecuencia del desmantelamiento de los derechos de los trabajadores, de la explotación ilimitada de los recursos naturales y del desmonte de mínimos mecanismos e instituciones de redistribución de la riqueza, se han agudizado los problemas que están en la base de la economía capitalista.
En los tiempos recientes la humanidad se enfrenta al aumento de la pobreza, la creciente dependencia de los países del tercer mundo, la extensión del hambre y la desnutrición a nivel global, la destrucción de los ecosistemas y la multiplicación de tragedias fruto del trastorno climático. En la misma línea, la crisis pone de presente la inviabilidad de un sistema de producción basado en el consumo de hidrocarburos que hoy trasforma los cultivos y los alimentos
en combustibles.
Pese a que se plantea que uno de los factores determinantes de la crisis consiste en la perdida de centralidad del Estado como agente regulador de la economía, lo cierto es que la extensión del capitalismo a nivel planetario implicó durante las últimas décadas –entre otros fenómenos- la construcción de un nuevo andamiaje jurídico para la adopción de políticas nacionales favorables al capital (privatizaciones de sectores estratégicos, flexibilización laboral, etc), una notable ampliación del poder de las empresas transnacionales en estrecha alianza con sus respectivos estados nacionales, el surgimiento de nuevas guerras por los recursos y la universalización de la cultura del consumo. Estos fenómenos muestran un universo de realidades que afectan el aspecto social, político, ecológico, cultural de las relaciones sociales, ante las cuales resultaría ingenuo pensar que la salida a la crisis está en la posibilidad de retornar a la época del pacto fordista, del Estado de Bienestar, tiempos no conocidos por las sociedades del tercer mundo. No hay que olvidar, que este pacto fordista institucionalizado en el Estado de Bienestar, fue resultado de una particular correlación de fuerzas y de condiciones geopolíticas que hoy ya no existen, porque ha desaparecido la URSS y se eclipsaron los movimientos de liberación nacional.
La profundidad y complejidad de la crisis pone en cuestión la viabilidad histórica de la sociedad capitalista puesto que en la actualidad no solo están en riesgo los mínimos económicos, sociales y políticos vitales para la mayoría de la humanidad sino que corre peligro la existencia misma del planeta como sistema biológico y ecológico. Si bien no se vislumbran salidas seguras a la crisis, es importante no perder de vista que una de las vías latentes con las que cuentan los agentes del capital y las clases dominantes para la superación de la coyuntura actual consiste en arreciar la violencia para controlar las oleadas de descontento social y para que los sectores empobrecidos sigan asumiendo los costos de la crisis. Hasta el momento, se siguen impulsando las políticas de desmonte de los derechos de los trabajadores, persisten las iniciativas para incentivar la presencia de las trasnacionales en los países periféricos –como Colombia, vía TLC- y se destinan sumas escandalosas de dinero para el rescate del sector financiero por parte del Estado.
Pese a los fracasos internacionales de las políticas de guerra, el Estado capitalista sigue insistiendo en un tratamiento violento de los conflictos sociales como vivamente lo ejemplifican las reacciones golpistas y militaristas de la ultraderecha centroamericana y el establecimiento de varias bases militares de los Estados Unidos en Colombia, cuyos clases dominantes sobresalen por su abyección ante el imperialismo, en vista de lo cual se les denomina como los voceros de el “Caín de América Latina”.En América latina llama la atención que países como Bolivia, Venezuela, Ecuador, tengan mayores posibilidades de enfrentar la crisis que quienes aplicaron a pie juntillas las políticas del Banco Mundial y de las Instituciones Financieras Internacionales. Durante los últimos tiempos sus gobiernos tomaron distancia del recetario neoliberal, dieron un vuelco hacia políticas sociales y emprendieron estrategias de integración para enfrentar el embate del neoliberalismo. En sentido contrario, los países enclaves del imperio, como Colombia y Perú, siguen caminando por senderos de autoritarismo y represión masacrando a los pueblos indígenas –como se evidenció en el caso de la Amazonía peruana-, intensificando las estrategias mediáticas, entronizando como grandes logros las efímeras proezas militares como la operación jaque, mientras aumenta vertiginosamente realidades como el desempleo, la pobreza, la desigualdad, la concentración de la tierra y la riqueza.
En medio de la crisis, el autoritarismo es una práctica que ha hecho carrera en América Latina para garantizar la condición dominante del capital y para acallar las voces de quienes propenden por una sociedad diferente. En este contexto, vale la pena recordar que la guerra política e ideológica ha sido una herramienta promovida para someter el trabajo, desvertebrar a las expresiones de organización y movilización popular, facilitar la apropiación de la tierra y de los recursos, polarizar a la población y eclipsar los efectos e impactos sociales de las crisis.
De esta manera, para los movimientos populares emerge el desafío de caminar hacia una solidaridad planetaria que articule las causas y las luchas globales contra las distintas expresiones de violencia propias del sistema capitalista.
En el caso colombiano, es importante recordar que la oligarquía y los grupos gobernantes deben sortear no solo con la crisis global, sino con la crisis de legitimidad que caracteriza al gobierno actual. El descrédito internacional por las desapariciones forzadas, asesinatos selectivos, por las transacciones politiqueras en el congreso, las alianzas reconocidas por la mafia con la clase política y la imposibilidad de derrotar a la insurgencia a largo plazo son problemas que están allí exigiendo nuevas cortinas de humo, nuevos distractores.
Para ocultar o minimizar la dimensión de estos problemas, en estos tiempos arrecian los discursos altisonantes del gobierno, los intensivos despliegues de los medios de comunicación de quienes controlan las esferas de poder y las crecientes criminalizaciones de líderes sociales y profesores acusados de ser apologistas del terrorismo.
Este último aspecto es de crucial importancia en la actual coyuntura. El autoritarismo es de tales dimensiones, que desde los grupos gobernantes se estimula la criminalización porque no soportan la movilización social, la deliberación política crítica, la búsqueda de la salida política al conflicto armado, del acuerdo humanitario, el ejercicio crítico de la academia. En este contexto, no es casual el avivamiento de temas como la farcpolítica contra quienes han promovido estas iniciativas, la criminalización del profesor William Javier Díaz, y de forma más reciente el linchamiento institucional y mediático al que ha sido sometido el profesor Miguel Ángel Beltrán con quien se violó el derecho internacional, fue víctima de un secuestro político legalizado en Colombia y ha sido mostrado ante la sociedad colombiana como un criminal de alta peligrosidad.
En tiempos de crisis, las instituciones infiltradas por las mafias profundizan la violencia por vía de la “legalidad” y de la ilegalidad. Con este panorama, los retos para las fuerzas que buscan una nueva sociedad son de gran calado. En primer lugar, emerge la necesidad de retomar el ideario y las luchas anticapitalistas para construir un proyecto político
que responda a la complejidad de la crisis y a los vientos de movilización popular que llaman a una unidad latinoamericana y nacional de las fuerzas de izquierda.
Para ello, sigue siendo vigente y necesaria la gestación de nuevas escuelas de formación política y de formas de acción colectiva que construyan unidad desde un pensamiento y una práctica revolucionaria coherente con los retos de nuestros tiempos. Los momentos actuales presentan el desafío de pensar y construir un socialismo que supere el ideal de progreso que entronizó al productivismo y al consumismo en un renovado compromiso con el hombre y la naturaleza.
En el mismo sentido, una de las tareas que sigue siendo necesaria es el hermanamiento del análisis y la acción colectiva para interpelar los comportamientos antidemocráticos que se afianzan en la escena política colombiana. En los actuales tiempos preelectorales, el recrudecimiento de las políticas represivas, de las prácticas y los lenguajes del terrorismo de Estado son una estrategia que eclipsa las dimensiones de la crisis y que puede ser capitalizada por los grupos gobernantes con la extensión de la (in)seguridad (anti)democrática como política de Estado. Por estas razones, en Colombia, es necesario insistir en la construcción de un ideario y una práctica revolucionarias de manera consciente y comprometida genere alternativas y nuevos espacios de poder que superen las realidades de impunidad, autoritarismo, represión y silenciamiento de quienes proponen desde sus luchas cotidianas la construcción de un nuevo orden social.
*********************
Para los compañeros William Javier Díaz y Miguel Ángel Beltrán y sus familias un fraterno y solidario saludo. Para las organizaciones sociales, fuerzas políticas de izquierda, para los sectores comprometidos de la intelectualidad un llamado a la lucha hombro a hombro por defensa del pensamiento crítico, para que cese la censura, el silenciamiento y la criminalización de quienes construyen pensamiento por una Colombia democrática y socialista.
Desde Su Nacimiento Una de las preocupaciones centrales del Centro Estratégico de Pensamiento Alternativo CEPA, ha Sido Generar debates y proponer Análisis de la Realidad Que contribuyan a las Luchas POPULARES Por La conquista de Una Nueva Sociedad. En this tarea HEMOS insistido en la Urgencia de Recuperar La Crítica anticapitalista, la Construcción Teórica al Servicio de las Luchas Sociales, desmantelar los mitos Que Conducen a la abdicación en la Lucha por el Socialismo y Que Ocultan las Profundas Contradicciones de la Sociedad CAPITALISTA.
Para insistir en this Propósito, HEMOS querido Dedicar El Presente numero de la revista al Análisis de las Distintas Dimensiones de la crisis, this Entendiendo Que es de vital importancia Reflexión importancia párrafo la Construcción de Propuestas Revolucionarias Que atiendan los Problemas Urgentes y ESTRUCTURALES del País y la Humanidad. Ante las explicaciones Múltiples venidas de la Industria mediática, de los Organismos Económicos Internacionales y de las academias de Oficiales es, imposible eludir la tarea de Construir Una Lectura Propia de los Impactos y Profundidad de la crisis Por La Que atraviesa el Capitalismo global. Para las Organizaciones Populares, Fuerzas Políticas de Izquierda y Sectores Académicos Comprometidos con las Luchas anticapitalistas sí ratifica la Invitacion a Seguir abriendo Espacios para revelar la inviabilidad Histórica del Modelo civilizatorio Que propone el Capitalismo global. Frente al imperio de la Violencia y de las visiones apologéticas del Capitalismo, es Imprescindible el Análisis histórico y la Crítica anticapitalista párrafo reforzar los Proyectos Políticos libertarios de los Nuevos Tiempos.
Ante las múltiples explicaciones venidas de la industria mediática, de los organismos económicos internacionales y de las academias oficiales es, imposible eludir la tarea de construir una lectura propia de los impactos y profundidad de la crisis por la que atraviesa el capitalismo global. Para las organizaciones populares, fuerzas políticas de izquierda y sectores académicos comprometidos con las luchas anticapitalistas se ratifica la invitación a seguir abriendo espacios para revelar la inviabilidad histórica del modelo civilizatorio que propone el capitalismo global. Frente al imperio de la violencia y de las visiones apologéticas del capitalismo, es imprescindible el análisis histórico y la crítica anticapitalista para reforzar los proyectos políticos libertarios de los nuevos tiempos.
Esta es una tarea de crucial importancia, considerando los efectos simbólicos generados durante más de dos décadas de guerra ideológica promovida por el neoliberalismo, tomando en consideración que asistimos a una crisis compleja que exacerba las contradicciones históricas del capitalismo a nivel económico, social, cultural y ambiental, y frente a la necesidad de construir una propuesta revolucionaria que contribuya a la superación integral de la injusticia, la desigualdad y la predación ecológica que entroniza el modelo dominante.
En primer lugar, la crisis que desde hace más de un año agobia al capitalismo en todo el mundo demuestra cuán equivocados se encontraban quienes enarbolaban las banderas del fin de la historia, de la muerte de las utopías y la obsolencia de la crítica al capitalismo. La fuerza de los hechos revela el fracaso de la tecnocracia neoliberal y de sus aliados políticos en su esfuerzo por eclipsar indefinidamente las contradicciones sociales, políticas, económicas, ambientales y culturales generadas por el auge del capitalismo global. El rotundo fracaso de las premisas de la ortodoxia neoliberal ha reducido a los personeros del capital a meros propagandistas de la economía de mercado y desnuda el dogmatismo que encarnaron prestantes sectores académicos al servicio de las clases dominantes que hoy figuran en la escena pública con la triste condición de neoliberales vergonzantes.
Para los sectores comprometidos con la búsqueda de un nuevo modelo de sociedad, la crisis puede ser interpretada como una posibilidad de volver al análisis histórico, a la formación política y a un proceso de recuperación ideológica. Estas tareas son una posibilidad para generar nuevas opciones de acción política tras la intensiva guerra ideológica orientada a provocar la derrota de las clases trabajadoras y la claudicación de algunos sectores de la izquierda que en la actualidad contemporizan con el neoliberalismo, que optaron por un capitalismo con “un rostro humano” y renunciaron a construir proyectos de transformación radical de la sociedad.
El capitalismo global está en crisis pero no caerá por un acto de sensatez y arrepentimiento de los ricos del mundo. Por el contrario, su derrota como proyecto de sociedad depende de la capacidad de los movimientos populares para reagrupar fuerzas e idear estrategias de organización y acción política que confronten la hegemonía ideológica construida en las últimas décadas e insistan en las luchas por el poder político que se gestan desde el movimiento popular.
Durante los últimos veinticinco años, los medios de comunicación al servicio de las corporaciones internacionales y de los grupos económicos, así como las academias militantes del régimen, aunaron esfuerzos para difundir por todos los medios la imagen de un capitalismo victorioso en la “verdades” de la ortodoxia neoliberal. En este tiempo, las potencias imperialistas insistieron en consolidar su capacidad de conducción de la economía mundial y para ello construyeron un andamiaje ideológico para legitimar la sobreexplotación de los trabajadores; la extracción-mercantilización de los recursos naturales; la privatización de sectores estratégicos de la economía; la fuga de capitales; así como el creciente protagonismo de las mafias en el control del Estado. Las pretendidas bondades de un mundo globalizado, sirvieron de telón de fondo para la puesta en marcha de políticas económicas y sociales que conducen en la actualidad a una crisis sin precedentes en el capitalismo.
Pese a que gran parte de los análisis divulgados por los centros de poder del imperialismo tratan de atenuar los alcances y prometen salidas prontas a la crisis, es importante precisar que lejos de encontrarnos frente a un problema
de carácter estrictamente financiero, los tiempos de crisis muestran la detonación de contradicciones estructurales del capitalismo en el ámbito económico, ecológico, alimentario, social, político y cultural. Como consecuencia del desmantelamiento de los derechos de los trabajadores, de la explotación ilimitada de los recursos naturales y del desmonte de mínimos mecanismos e instituciones de redistribución de la riqueza, se han agudizado los problemas que están en la base de la economía capitalista.
En los tiempos recientes la humanidad se enfrenta al aumento de la pobreza, la creciente dependencia de los países del tercer mundo, la extensión del hambre y la desnutrición a nivel global, la destrucción de los ecosistemas y la multiplicación de tragedias fruto del trastorno climático. En la misma línea, la crisis pone de presente la inviabilidad de un sistema de producción basado en el consumo de hidrocarburos que hoy trasforma los cultivos y los alimentos
en combustibles.
Pese a que se plantea que uno de los factores determinantes de la crisis consiste en la perdida de centralidad del Estado como agente regulador de la economía, lo cierto es que la extensión del capitalismo a nivel planetario implicó durante las últimas décadas –entre otros fenómenos- la construcción de un nuevo andamiaje jurídico para la adopción de políticas nacionales favorables al capital (privatizaciones de sectores estratégicos, flexibilización laboral, etc), una notable ampliación del poder de las empresas transnacionales en estrecha alianza con sus respectivos estados nacionales, el surgimiento de nuevas guerras por los recursos y la universalización de la cultura del consumo. Estos fenómenos muestran un universo de realidades que afectan el aspecto social, político, ecológico, cultural de las relaciones sociales, ante las cuales resultaría ingenuo pensar que la salida a la crisis está en la posibilidad de retornar a la época del pacto fordista, del Estado de Bienestar, tiempos no conocidos por las sociedades del tercer mundo. No hay que olvidar, que este pacto fordista institucionalizado en el Estado de Bienestar, fue resultado de una particular correlación de fuerzas y de condiciones geopolíticas que hoy ya no existen, porque ha desaparecido la URSS y se eclipsaron los movimientos de liberación nacional.
La profundidad y complejidad de la crisis pone en cuestión la viabilidad histórica de la sociedad capitalista puesto que en la actualidad no solo están en riesgo los mínimos económicos, sociales y políticos vitales para la mayoría de la humanidad sino que corre peligro la existencia misma del planeta como sistema biológico y ecológico. Si bien no se vislumbran salidas seguras a la crisis, es importante no perder de vista que una de las vías latentes con las que cuentan los agentes del capital y las clases dominantes para la superación de la coyuntura actual consiste en arreciar la violencia para controlar las oleadas de descontento social y para que los sectores empobrecidos sigan asumiendo los costos de la crisis. Hasta el momento, se siguen impulsando las políticas de desmonte de los derechos de los trabajadores, persisten las iniciativas para incentivar la presencia de las trasnacionales en los países periféricos –como Colombia, vía TLC- y se destinan sumas escandalosas de dinero para el rescate del sector financiero por parte del Estado.
Pese a los fracasos internacionales de las políticas de guerra, el Estado capitalista sigue insistiendo en un tratamiento violento de los conflictos sociales como vivamente lo ejemplifican las reacciones golpistas y militaristas de la ultraderecha centroamericana y el establecimiento de varias bases militares de los Estados Unidos en Colombia, cuyos clases dominantes sobresalen por su abyección ante el imperialismo, en vista de lo cual se les denomina como los voceros de el “Caín de América Latina”.En América latina llama la atención que países como Bolivia, Venezuela, Ecuador, tengan mayores posibilidades de enfrentar la crisis que quienes aplicaron a pie juntillas las políticas del Banco Mundial y de las Instituciones Financieras Internacionales. Durante los últimos tiempos sus gobiernos tomaron distancia del recetario neoliberal, dieron un vuelco hacia políticas sociales y emprendieron estrategias de integración para enfrentar el embate del neoliberalismo. En sentido contrario, los países enclaves del imperio, como Colombia y Perú, siguen caminando por senderos de autoritarismo y represión masacrando a los pueblos indígenas –como se evidenció en el caso de la Amazonía peruana-, intensificando las estrategias mediáticas, entronizando como grandes logros las efímeras proezas militares como la operación jaque, mientras aumenta vertiginosamente realidades como el desempleo, la pobreza, la desigualdad, la concentración de la tierra y la riqueza.
En medio de la crisis, el autoritarismo es una práctica que ha hecho carrera en América Latina para garantizar la condición dominante del capital y para acallar las voces de quienes propenden por una sociedad diferente. En este contexto, vale la pena recordar que la guerra política e ideológica ha sido una herramienta promovida para someter el trabajo, desvertebrar a las expresiones de organización y movilización popular, facilitar la apropiación de la tierra y de los recursos, polarizar a la población y eclipsar los efectos e impactos sociales de las crisis.
De esta manera, para los movimientos populares emerge el desafío de caminar hacia una solidaridad planetaria que articule las causas y las luchas globales contra las distintas expresiones de violencia propias del sistema capitalista.
En el caso colombiano, es importante recordar que la oligarquía y los grupos gobernantes deben sortear no solo con la crisis global, sino con la crisis de legitimidad que caracteriza al gobierno actual. El descrédito internacional por las desapariciones forzadas, asesinatos selectivos, por las transacciones politiqueras en el congreso, las alianzas reconocidas por la mafia con la clase política y la imposibilidad de derrotar a la insurgencia a largo plazo son problemas que están allí exigiendo nuevas cortinas de humo, nuevos distractores.
Para ocultar o minimizar la dimensión de estos problemas, en estos tiempos arrecian los discursos altisonantes del gobierno, los intensivos despliegues de los medios de comunicación de quienes controlan las esferas de poder y las crecientes criminalizaciones de líderes sociales y profesores acusados de ser apologistas del terrorismo.
Este último aspecto es de crucial importancia en la actual coyuntura. El autoritarismo es de tales dimensiones, que desde los grupos gobernantes se estimula la criminalización porque no soportan la movilización social, la deliberación política crítica, la búsqueda de la salida política al conflicto armado, del acuerdo humanitario, el ejercicio crítico de la academia. En este contexto, no es casual el avivamiento de temas como la farcpolítica contra quienes han promovido estas iniciativas, la criminalización del profesor William Javier Díaz, y de forma más reciente el linchamiento institucional y mediático al que ha sido sometido el profesor Miguel Ángel Beltrán con quien se violó el derecho internacional, fue víctima de un secuestro político legalizado en Colombia y ha sido mostrado ante la sociedad colombiana como un criminal de alta peligrosidad.
En tiempos de crisis, las instituciones infiltradas por las mafias profundizan la violencia por vía de la “legalidad” y de la ilegalidad. Con este panorama, los retos para las fuerzas que buscan una nueva sociedad son de gran calado. En primer lugar, emerge la necesidad de retomar el ideario y las luchas anticapitalistas para construir un proyecto político
que responda a la complejidad de la crisis y a los vientos de movilización popular que llaman a una unidad latinoamericana y nacional de las fuerzas de izquierda.
Para ello, sigue siendo vigente y necesaria la gestación de nuevas escuelas de formación política y de formas de acción colectiva que construyan unidad desde un pensamiento y una práctica revolucionaria coherente con los retos de nuestros tiempos. Los momentos actuales presentan el desafío de pensar y construir un socialismo que supere el ideal de progreso que entronizó al productivismo y al consumismo en un renovado compromiso con el hombre y la naturaleza.
En el mismo sentido, una de las tareas que sigue siendo necesaria es el hermanamiento del análisis y la acción colectiva para interpelar los comportamientos antidemocráticos que se afianzan en la escena política colombiana. En los actuales tiempos preelectorales, el recrudecimiento de las políticas represivas, de las prácticas y los lenguajes del terrorismo de Estado son una estrategia que eclipsa las dimensiones de la crisis y que puede ser capitalizada por los grupos gobernantes con la extensión de la (in)seguridad (anti)democrática como política de Estado. Por estas razones, en Colombia, es necesario insistir en la construcción de un ideario y una práctica revolucionarias de manera consciente y comprometida genere alternativas y nuevos espacios de poder que superen las realidades de impunidad, autoritarismo, represión y silenciamiento de quienes proponen desde sus luchas cotidianas la construcción de un nuevo orden social.
*********************
Para los compañeros William Javier Díaz y Miguel Ángel Beltrán y sus familias un fraterno y solidario saludo. Para las organizaciones sociales, fuerzas políticas de izquierda, para los sectores comprometidos de la intelectualidad un llamado a la lucha hombro a hombro por defensa del pensamiento crítico, para que cese la censura, el silenciamiento y la criminalización de quienes construyen pensamiento por una Colombia democrática y socialista.